Regazo y eternidad
Desde la entrada del zaguán de la vieja casa, saludaba la tía abuela con su vozarrón ¡adiós Niña! y seguia su camino a la tertulia vespertina con la abuela materna. La Niña le respondía el saludo con el afecto acostumbrado. La tía abuela se llamaba Teresa y Carmen, el nombre de la abuela. Ambos nombres se fundieron en la Niña para transitar juntos por setenta y seis años, justo en la víspera de celebrar su natalicio. Mientras tanto, aquel hijo se posaba en su regazo para cobijarse en la eternidad.
Christian Colombet, 14 de mayo de 2017