Betty Blue
Nunca antes,
película extranjera alguna había causado tanta expectativa como el film denominado
Betty Blue (Su título original es 37° 2 Le Matin); una
película francesa dirigida por Jean-Jacques Beineix, cuyo estreno en ese país
fue en 1986, y que fue proyectada en las salas de cine de Venezuela en 1988.
Dos aspectos me animaron a verla. Primero, la crítica que leí en el diario El
Nacional, el día anterior por parte del periodista Alfonso Molina y segundo, el
ambiente netamente francés que colmaba las escenas del film: las calles y
barrios de París, una pequeña villa lejana a la ciudad Luz, su insinuante
idioma y dos seres debatiéndose en la más absurda y tormentosa relación amorosa.
Zorg,
protagonizado por Jean Hugues Anglade, aparece como un sencillo cuidador de
cabañas a la orilla de una playa, quien tiene como compañera a Betty (Beatrice
Dalle). Ambos, al comienzo de la película, desarrollan una acción llena de
erotismo, que sirve de antesala, para lo que vendrá después. Betty, una mujer
impulsiva y agresiva descubre la oculta inclinación que tiene Zorg por escribir
y lo incita a editar sus composiciones, a lo que este, hace caso omiso. Desde
ese momento, se inicia la principal batalla que enfrenta Betty consigo misma: le incomoda la actitud
displicente de Zorg, así como el hastío que siente al permanecer en un lugar
tan solitario y ajeno a sus inquietudes. En uno de sus arrebatos de cólera,
incendia la cabaña donde la pareja convive, obligando a Zorg a mudarse a París,
donde se albergan en la casa de una amiga de Betty, llamada Lisa, una joven y
viuda mujer, protagonizada por Consuelo de Haviland.
En París, continúa Betty su obsesiva idea de que Zorg
se consagre como escritor, al punto que sufre más por el desinterés de los
editores por la obra inédita de Zorg que el propio amante. Esta situación y el
conocimiento del negativo resultado de su ansiado embarazo, profundizan su
angustia y en una última conducta de desquiciamiento, se desprende su ojo
derecho. Es internada en un sanatorio en donde los médicos experimentan de
manera brutal, su lamentable estado.
El epílogo de la película se desarrolla con la muerte
de Betty, cuando Zorg vestido de mujer, se introduce furtivamente al sanatorio
y asfixia con la almohada a Betty, ese cuerpo inerte que yacía postrado en la
cama. Muerte piadosa que realiza Zorg despersonificándose, al estilo travesti,
quizás para deslastrarse de la idea de que era él quien ejecutaba tal acción.
El film estuvo cargado de intensas escenas eróticas,
donde destacaba sin complejos, la desnudez de ambos protagonistas, predominando
la de Zorg, que llegaba a un exhibicionismo tan extremo, que causaba el
murmullo y las risas entre algunas personas asistentes aquel día de enero de 1988, en
una sala de cine de Valencia.
Betty Blue con más de tres décadas de su estreno, es
una de esas películas que
bien vale la pena verla otra vez.
Christian Colombet
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