El
determinismo demográfico, ciencia o ideología
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En cualquier área de conocimiento
científico se requiere que los autores sean capaces de rebatir las tesis que
cuestionan sus propias tesis. Ignorar las críticas, sin contestarlas, es perder
credibilidad, pues transforman el proyecto científico en mera propaganda
política, por mucho que se vista de científica. Esta observación se aplica a
gran número de tesis catastróficas del sistema de pensiones, que basan su
visión de insostenibilidad del sistema de pensiones públicas en un determinismo
demográfico, que ha sido cuestionado extensamente. Puesto que estos
cuestionamientos son ampliamente conocidos, ignorarlos implica una violación de
la integridad que se requiere en cualquier proyecto científico. Si un
investigador continuara promoviendo un tratamiento médico, a pesar de que la
evidencia científica existente mostrara que este tratamiento es dañino, sería
cuestionado y sus credenciales científicas se retirarían. Pues lo mismo debe
aplicarse en los análisis que continúan utilizando la evolución demográfica como
causa de la inviabilidad de las pensiones. Me parece muy bien que tales tesis
continúen escribiéndose y gocen de cajas de resonancia en los medios, pero para
que sean tomadas en serio, deberían contestar a los argumentos de aquellos que
hemos mostrado el error de los supuestos en los cuales se basan tales
proyecciones de insostenibilidad. La respuesta a tales trabajos, mostrando que
son erróneos, sería el paso necesario para ganar la credibilidad científica con
la que se presentan, y de la que hasta ahora carecen. Ignorar tales trabajos, y
continuar repitiendo las tesis catastróficas, transforma sus tesis en mera
propaganda ideológica.
Para
aquellos lectores interesados en el tema me permito sugerirles que lean
artículos que cuestionan los supuestos de las tesis del determinismo
demográfico, concretamente la necesidad de:
1. No
confundir esperanza de vida promedio en un país con la longevidad de sus
ciudadanos, confusión que constantemente se hace por parte de los deterministas
demográficos. El hecho de que la esperanza de vida haya crecido sustancialmente
en España se debe primordialmente al descenso de la mortalidad infantil, más
que al crecimiento de años de vida de los ancianos, el cual ha sido mucho menor
que el incremento de la esperanza de vida promedio del país (ver Navarro, V.,
Torres, J. y Garzón, A. ¿Están en peligro las pensiones públicas? Las
preguntas que todos nos hacemos. Las respuestas que siempre nos ocultan. Publicado
por ATTAC, Marzo 2010).
2. La
longevidad de las personas en España varía según su clase social. España es uno
de los países con mayores desigualdades sociales en la OCDE (el club de países
más ricos del mundo). Un burgués vive diez años más que un trabajador no
cualificado con más de cinco años en el paro. Existe un gradiente de mortalidad
según la clase social. De ahí que retrasar obligatoriamente la edad de
jubilación es profundamente injusto, pues implica que los trabajadores no
cualificados estarán trabajando dos años más para pagar las pensiones de
personas más pudientes que les sobrevivirán muchos años. Es injusto, por
ejemplo, que la mujer de la limpieza de la Universidad tenga que trabajar dos
años más para pagar mi pensión, cuando yo, Catedrático de Universidad le
sobreviviré ocho años más (ver Navarro, V. Las Pensiones son viables, Julio-Agosto
2009, en www.vnavarro.org).
3. Los
autores que proponen retrasar la jubilación dos años más pertenecen todos ellos
a una clase social que en su mayoría disfruta en su trabajo. Ésta no es la
situación de la mayoría de la clase trabajadora en este país.
4. El
punto clave para determinar la viabilidad del sistema de pensiones no es –como
erróneamente se asume- el número de trabajadores cotizantes por pensionistas.
Esta cifra no es la cifra determinante de la viabilidad del sistema. En
aquellos sistemas de pensiones basados en aportaciones procedentes del mercado
de trabajo, el punto clave es la cantidad de aportaciones al sistema de
Seguridad Social, que depende más de la productividad que del número de
trabajadores, así como del contexto político. Supóngase el lector que hace
cuarenta años (cuando para producir todo el alimento que España consumía se
necesitaba el 30% de la población activa) hubiera habido voces alarmistas
señalando que en cuarenta años, no habría suficientes personas trabajando en el
campo para alimentar a toda la población española, pues la gente estaba
desplazándose a las ciudades. Pues bien, hoy el 4% de la población activa
produce lo que hace cuarenta años producían el 30% y hay, además, un excedente
en la producción de alimentos. Aplíquese este símil y sustituyan alimento por
pensiones. El incremento de la productividad hará que en cuarenta años, el PIB
haya crecido enormemente (será más del doble del actual), con lo cual habrá más
recursos para pensionistas y no pensionistas que ahora, aunque el porcentaje
del PIB en pensiones públicas pase del 8% al 15% (ver mi artículo “La Seguridad
Social en España es viable. Réplica a David Taguas” 24.02.10, en www.vnavarro.org). En realidad, hace cuarenta
años, España se gastaba en pensiones sólo un 4%. Hoy se gasta más del doble, el
8%, y los no pensionistas tienen más recursos ahora que antes.
5. No hay
nada escrito en la Biblia, incluyendo las Biblias económicas, que indique que
las pensiones tienen que basarse en aportaciones del mercado de trabajo. En
muchos países, como Dinamarca, proceden de los fondos generales del Estado. Y
es muy dudoso que un programa tan popular como las pensiones no pueda encontrar
fondos para sostenerse.
No hay
duda de que el sistema de pensiones debiera reformarse, dificultando las
excesivas prejubilaciones (que benefician al empresario, dañando al
trabajador), facilitando la integración de la mujer en el mercado de trabajo,
permitiendo voluntariamente el retraso de la edad de jubilación y otras medidas.
Pero, concluir a partir de la necesidad de estas reformas que el sistema es
inviable, debido a la transición demográfica, es insostenible en bases
científicas. Creo que los catastrofistas no pueden continuar proyectando
catástrofes sin, al menos, contestar a aquellos que cuestionan los supuestos en
los que se basan sus tesis.
Vicenç
Navarro. Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y
Profesor de Políticas Públicas de The Johns Hopkins University.
Fuente: publicado
en el número de junio de 2010 de la revista TEMAS
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